20 abr 2009

Record Store Day

El sábado se celebró por segundo año consecutivo el día que hace un homenaje a la sensación de comprar un disco en la tienda, apartándonos de la superficialidad del "click" a la que estamos acostumbrados, o lo que es lo mismo, el Record Store Day, la fecha señalada para dar las gracias a las tiendas de discos independientes. Claro que si estás en España no tendrás ni pajolera idea de que este día existió; no es culpa vuestra, es que este evento, además de haber parido aquí, en la tierra de las oportunidades, han colaborado un número limitado de países (aunque este año más), entre los que no estamos nosotros pero sí nuestro vecinos italianos, franceses y portugueses. Solo ha faltado Marruecos para hacernos agachar más la cabeza.

En este mundo de las descargas online, síntoma de que lo artificial es tan fácil y palpable en una sociedad amaestrada en la superficialidad, tener visiones tan cálidas se convierte en harto complicado. Nosotros pertenecemos a una generación educada en Internet, en la música en el ordenador, en la pérdida del abrazo del sonido que da el vinilo. Por eso, el Record Store Day aviva la llama que nuestros padres disfrutaban, de esa sensación de meterte en una tienda de discos y gastarte la paga semanal o la mitad del sueldo del día (como hace servidor). Sí, soy un nostálgico, aunque también soy el primero que descarga música (e ilegalmente); no pretendo hacer una regresión a los sesenta y enchufarme vinilos en vena a diario. Simplemente admiro las bellezas que daba aquel mundo con visiones idealistas más puras, sin torturar la convencionalidad de nuestros días porque también tiene sus ventajas, pues la Red permite un conocimiento de la música "hasta el infinito y más allá", como diría Buzz Lightyear: Myspace, Spotify, LastFM, Imeem, Youtube, etc.

A propósito de este día me pateé Nueva York el otro día como un apasionado de la música. Fui a varias tiendas de discos, muchas de ellas emblemáticas como Bleecker's Bob, que nació en el 67 y es una auténtico garaje de viejas joyas con un encanto de zarapastroso, e intercambié impresiones con los dueños y la gente. Me encontré de todo, desde la corriente "de moda" de comprar vinilos, la cual no critico siempre y cuando se sepa el significado de comprar el vinilo en sí, que no se haga simplemente por moda, incluso se podía decir que yo estoy en ella (por eso de mi juventud) aunque tenga una tradición paterna de tocadiscos, hasta viejos perros vendedores que llevan toda la vida detrás del mostrador. Incluso me topé con un simpático tipo en El Rastro de Brooklyn, es decir, en medio de las aceras de Williamsburg donde cada uno decide vender sus objetos (prendas, discos, variedad de artilugios hechos a mano, libros...) que no tenía ni idea de la existencia del Record Store Day. Tenía tres cajas de vinilos que valían más que vuestras vidas (y la mía) juntas. Tres cajas que eran mejores que la tienda entera, abarrotada de hipsters ansiosos por el álbum de Bat For Lashes, de la que venía. El susodicho individuo, de nombre Milan (como la ciudad), que derrochaba aspecto de jugador de billar de bar, me contó lo poco práctico que es vender esas joyas a cuarenta pavos; el vendía sus discos porque le gustaba el reto de venderlos a gente que apreciara la música y luego recuperarlos en los mismos mercadillos al mismo precio. Siempre está el amor al arte, sobre todo cuando por doce dólares me enfundo el Highway 61 Revisited (o cuando Dylan cambió de marcha e hizo rock), el Greatest Hits (1967) de The Byrds y un directo de 1970 de Steppenwolf, todos originales.

Todo tiene dos caminos que coger, dos caras que mirar, sus ventajas y desventajas. El Record Store Day también es así, y la prueba está en el puñado de vendedores callejeros que hipotecan sus discos. Pero sigue siendo un propuesta acertada, sobre todo teniendo en cuenta la ristra de cadáveres que la modernización deja, y con cadáveres me refiero al cierre continuo de tiendas de discos. La música online no se puede comparar con esa sensación de encontrar ese vinilo que llevas buscando varios meses (pido a Buda, Dios o Alá a diario que encuentre el Here are The Sonics de The Sonics original) y te cuesta cinco pavos, de quitarte la verguenza para preguntar al vendedor sobre un disco sin quedar como un idiota, de entrar en esa comunidad del arte de la música que es la tienda, donde si eres demasiado romántico puedes pensar que un disco te encuentra a ti y no tu al disco. La mejor definición la deja Cameron Crowe, periodista de la Rolling Stone, y guionista y director de pelis como Jerry McGuire y Casi Famosos: "Es el alma del descubrimiento. Los posters, las importaciones, los vendedores exigentes. Vas hacia el mostrador y haces la pregunta con la que comienzas el viaje: -¿qué es eso que suena?- Larga vida a la tienda de discos, y a los chicos y chicas que giran la llave que abre esos sueños cada día".

2 comentarios:

itziar dijo...

Que pena! el record store day tiene que llegar a Espáña YAA por diosss! hacen falta días como esos para recordarle a la gente lo que es un vinilo y lo qu es una tienda de discos de verdad (no Fnac in el Corteinglés)

Hay...que bonita sensación la d andar buscando un vinilo y encontrarlo... a mi me pasó con Made In Japan!

DaniGarcia dijo...

es cuestion de interes...spain is different siempre