30 ago 2009

Hambug, Arctic Monkeys


Tercer disco de los de Sheffield, realmente oscuro y muy sobrio. Los críticos lo cubren de seriedad mientras ellos desmienten que hayan madurado, es más, tres de ellos han decidido alargar su cabellera, ¿quizás como señal de su paso al lado mas duro del rock? Josh Homme (Queens of the Stone Age) ha metido la mano en la producción para darle a la grabación dosis moderadas de stone rock, y cambiar la visión al 80% que teníamos de los 'Monos árticos', de ahí el surgimiento de detractores que antes no existían.

My Propeller, primer tema, da unos acordes graves que no se porque me suena a Nirvana, o quizás a la época más rugosa del rock a finales de los '80 y principios de los '90. Después de minuto y medio de tontear con las llaves de la guitarra, llega el turno del excelente batería Matt Helders para ametrallear una brillante pieza. Llega el single, Crying Lighting, un trallazo de punteos hilados para mostrar esas ráfagas de sonidos Blitzkrieg, guerra relámpago, arrolladores que siempre abanderado. A los dos minutos y medio, el preludio misterioso se tranforma en una armonía con destello de terror pero siempre mantiendo la sintonía en la intriga.

Un álbum donde las baladas destacan por encima de todo, The Jeweller's Hands, que sigue pisando los pasos de suspense enigmático con acordes alargados y buena mano detrás del cristal del estudio. Hay tiempo para algún brillo de los Arctic pasados, demoledores en Pretty Visitors, pero siempre con un nivel más tétrico en la guitarra, con los dedos dos o tres trastes más arriba.

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